No te quedes con la curiosidad

La historia del diario continúa en...

sábado, abril 16, 2011



Ella era gris como un día nublado.
Cuando llovía, las gotas arrastraban el polvo
por su cara como lágrimas oscuras oscuras.
Parecía que llorara.

Cuando salía el sol,
el reflejo del sol en los charcos
en su cara creaba un movimiento alegre.
Parecía que sonriera.

Una delicada mano señalaba al suelo,
recordando su fúnebre cometido;
la otra sujetaba con dulzura una rosa:
(es la belleza lo que nos mantiene aquí)

Sus ojos ciegos eran sobrecogedores en su perfección.
Sus labios pedían ser acariciados.
Parecía que el viento moviera los pliegues
de sus faldas con absoluta adoración.

Y él, el venía cada atardecer.
Cambiaba la rosa de su mano,
se sentaba a sus pies,
y la adoraba hasta amanecer...

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