Querido papá y abuelo, estés donde estés, no te equivoques, no te has ido a ninguna parte, sigues aquí. Tú siempre lo has sabido, porque eres un hombre con inteligencia tan alta como para saber lo que nadie puede enseñar.
Tú sabías que nunca te irías, por eso nunca quisiste hablar de despedidas. Ahora ya lo sabemos también nosotros, porque tu presencia, tu voz, tu elegancia, tus ojos, tus manos y tu bigotito, nos envuelven a cada paso que damos, y porque con nuestra voz y nuestros ojos tu sigues hablando y contemplándolo todo.
Si la muerte sirve para algo es para esparcir el alma, para dividirla y fundirla con cada una de las almas que te aman. Estás en nosotros no te preocupes, seguirás pronunciando palabras maravillosas llenas de poesía eternamente, porque has dejado semilla suficiente en esta tierra para que hagan infinita tu voz.
Nos encargaremos de que seas visible para todos los que ya no te pueden ver, no nos cansaremos jamás de repetir la grandeza de los sonidos que conforman tu nombre: Alfonso, Alfonso el grande, Alfonso el creador, Alfonso el genio, el amante, el marido, el hermano, el amigo, el padre y el abuelo.
Se nos llena la boca de orgullo al pronunciarlo, aunque imposible igualar el orgullo con el que tu pronuncias nuestros nombres. Sabemos que estás satisfecho, que estás feliz, porque no te has cansado de repetirlo a lo largo de los años. El trabajo que has hecho, la obra que has creado, somos nosotros, todo lo bueno que sostiene nuestro ser es lo que tú y tu gran compañera, Elvira, habéis sembrado, la parte de nosotros que más nos gusta es aquella que tiene que ver contigo.
Pensar en ti nos dibuja una sonrisa en el rostro y otra en el alma. Somos muy felices por tenerte hoy, por haberte tenido siempre. Hemos hablado tantas horas contigo, que no es necesario que ya te digamos más.
Pero tu sigue hablando, que queremos y necesitamos seguir escuchándote, para no desviar nuestro camino, para no perdernos en la oscuridad de la que tu luz nos protege. Tú sabías que esto sería así, pero nosotros hemos descubierto ahora hasta donde llegaba tu grandeza, no querías hablar de la muerte porque no hay muerte cuando los corazones son uno, y el tuyo, mira qué gracia, bombea ahora perfectamente dentro de los nuestros
Papi, abuelo, no te despistes, estamos aquí, estás aquí, somos uno, tú ataste el lazo de este ramillete de vidas que has creado, y has recuperado tu fuerza para seguir sujetándolo siempre.
Gracias por haber nacido, por lo que nos regalaste cada día y por este regalo de ahora que guardaste en secreto y que, como siempre, te hemos sacado al fin.
Gracias por haberte quedado.
Estás con nosotros.
Estamos contigo.
Siempre juntos.
(Teresa Muñoz Benítez, leído por Sara y Víctor Calzada Muñoz, en memoria del hombre más valioso de nuestras vidas)
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